Heidegger nos advierte que la tecnociencia ha creado en nosotros un dispositivo (Gestell ), una forma de ver que considera todo como cosa a nuestra disposición. Ha colonizado todos los espacios y sometido todos los saberes. Se ha convertido en un motor que se acelera de tal manera que ya no sabemos cómo detenerlo. Nos hemos convertido en sus rehenes. Nos dicta qué hacer o dejar de hacer. En este punto, Heidegger señala el altísimo riesgo que corremos como naturaleza y como especie. La tecnociencia afecta a los fundamentos que sustentan la vida y ha generado tal fuerza destructiva que puede exterminarnos a todos. Los medios ya están construidos y están ahí a nuestra disposición. ¿Quién sujetará la mano para no desencadenar el Armagedón natural y humano? Esa es la gran pregunta que nos debería ocupar como personas y como humanidad, y menos el crecimiento y las tasas de interés.
La respuesta intentada por Heidegger es una Kehre, una "vuelta", que significa una transformación. Este es el propósito final de todo su pensamiento, tal como se revela en una carta a Karl Jaspers: ser el celador de un museo que quita el polvo de los objetos de manera que se puedan ver. Como filósofo se proponía (es una pena que use un lenguaje tan terriblemente complicado) limpiar lo que cubre lo habitual y lo cotidiano de la vida. Al hacer eso, ¿qué revela? Nada, sino lo que nos rodea y que constituye nuestro ser-en-el-mundo-con los demás y con el paisaje, con el cielo azul, con la lluvia y con el sol. Y dejar que las cosas se vean tal como son; no nos oprimen, sino que están, tranquilas, con nosotros en casa.
Fue a buscar inspiración para este modo de ser en los presocráticos, especialmente en Heráclito, que vivían el pensamiento originario antes de que se transformase con Platón y Aristóteles en metafísica, base de la tecnociencia. Pero teme que sea demasiado tarde. Estamos tan cerca del abismo que no podemos volver atrás. En su última entrevista a Der Spiegel en 1976 publicada post-mortem dice: "Sólo un Dios puede salvarnos". La pregunta filosófica por el destino de nuestra cultura se ha convertido en una cuestión teológica. ¿Va Dios a intervenir? ¿Permitirá la autodestrucción de la especie?
Como teólogo cristiano diré con San Pablo: "la esperanza no defrauda" (Rm 5,5), porque "Dios es el soberano amante de la vida" (Sb 11,26). No sé cómo. Sólo espero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario